Christian Rea Tizcareño/La Jornada
México, D.F. .- La política nacional de salud sexual y reproductiva ha estado enfocada, principalmente, en las personas adultas y que viven en pareja. Las y los jóvenes crecen con escasa educación biológica, más que sexual, que reciben en las escuelas y que se ve complementada por los medios masivos de comunicación. Si bien existen programas gubernamentales recientes que buscan evitar embarazos adolescentes e infecciones de transmisión sexual, los esfuerzos siguen siendo insuficientes. La experiencia y el conocimiento basados en la práctica lo tienen, una vez más, las organizaciones civiles.
“¡Me estoy muriendo o qué pasa?”, se preguntó asustada Andrea a los nueve años de edad, al sentir que fluía sangre de su cuerpo. Con miedo, mamá opinó: “eso es normal”, porque a todas las mujeres les pasa cada mes. También le dijo que desde ese momento tendría que ser “cuidadosa” para no embarazarse, pero no le explicó cómo. La niña se atemorizó, pensaba que cualquier roce con un hombre haría realidad las apocalípticas palabras de su madre, quien se casó a los 14 años de edad.
La sexualidad siempre fue un tema prohibido en casa. Placer, asunto exclusivo del pecado. Pene y vagina, términos malditos. “¡Cállate!”, la consabida respuesta para evadir los cuestionamientos. Papá, un hombre de provincia extremadamente machista. Cada que el hermano de Andrea se sentía triste, la consigna era “¡maricón!” Mamá, por su parte, se aferraba a la religión católica. “Yo lloraba, me preguntaba ‘¿cómo no me gustan los niños y si me llaman la atención las niñas?’”, confiesa.
Al convertirse en quinceañera, Andrea salió del clóset. Mamá se sintió defraudada, desheredó a su hija y la envió de inmediato con un sacerdote. El clérigo le subrayó a la muchacha que “Dios hizo a la mujer y al hombre; (por lo que) no podía enamorarme de una mujer”. Cada ocho días a misa y nada cambiaba en la joven. La madre le retiró el habla dos años. A casi un lustro de distancia, aún “cree que es una enfermedad, piensa que se me va a pasar algún día, que no sé lo que quiero”.
La información no cambia actitudes
Para el doctor Juan Luis Álvarez Gayou, director del Instituto Mexicano de Sexología, la educación en la sexualidad en México “está muy limitada”, a pesar de que la Secretaría de Educación Pública (SEP) sostiene que el tema se encuentra incluido en los libros de texto. La razón, “la información no cambia actitudes. Se puede leer una enciclopedia de sexualidad y seguir siendo homofóbico. La verdadera solución sería empezar la educación sexual desde preescolar”.
Los niños de preescolar no tienen prejuicios; pero los adultos les tejen una “telaraña” que se complementa con la instrucción de los pornógrafos. El resultado: más de 600 mil mamás menores de 19 años de edad; 500 mil embarazos y 350 mil partos de adolescentes al año; violencia de género en el seno familiar; feminicidios; crímenes de odio por homofobia; incremento de infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH/sida, y violaciones sexuales, enumera el experto para rematar que la educación en la sexualidad es la mejor vacuna a estos problemas.
Placer excluido
El investigador, autor del libro Sexualidad, los jóvenes preguntan, expone que para la ideología judeocristiana, basada principalmente en la reproducción, el placer está negado y las diversidades sexuales excluidas. Un ejemplo es el rechazo de las parejas a tener relaciones sexuales durante la menstruación, con el argumento de que “no es bueno”, sin saber que esta postura se promovió hace cinco mil años en la ley judaica, para la cual, la mujer en este período es “impura”.
Sexualidad no es sólo reproducción, sino “placer”, una palabra incómoda para el sistema actual. No es extraño que el Día Nacional de Lucha contra la Homofobia, aprobado ya por la Cámara de Diputados, aún esté congelado por el Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa. “¿Qué hay detrás? El pensamiento conservador que dice ‘¿cómo vamos a aprobar la homosexualidad?’, si atenta contra la idea de que la sexualidad es para reproducirnos”, cuestiona.
Según el especialista en sexología, las campañas en materia de salud sexual enfocadas en el riesgo no han funcionado. A la par, se ve a la niñez como un grupo minusválido, y no como un sector que goza de derechos humanos. Además de que los programas e iniciativas en este rubro se supeditan al “visto bueno” de los funcionarios en turno, y no en argumentos meramente científicos. “Algo diferente hacen las empresas, que lanzan sus campañas publicitarias pre evaluadas en grupos focales, para ver qué impacto tienen sobre la gente. El gobierno no lo hace. Por eso, es menos efectivo que la iniciativa privada”.
Educación sexual desde preescolar
La educación en la sexualidad desde preescolar ya es un hecho para la Cámara de Diputados, que aprobó en abril del año pasado -con 236 votos a favor, 39 en contra y siete abstenciones- el proyecto de decreto por el cual se reforman los artículos 7 y 42 de la Ley General de Educación, así como el 32 de la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. La iniciativa se turnó al Senado, donde aún se encuentra en la congeladora. Si se saca de los pendientes legislativos y se avala, la SEP tiene un año para ponerla en práctica, refiere Álvarez Gayou.
Agustín López, del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia (Censia) de la Secretaría de Salud (Ssa), concuerda con que la información en materia de derechos sexuales y reproductivos debe distribuirse a edades más tempranas con estrategias mayormente creativas, para esto si hay metas, tales como la de reducir la cifra de que 20 por ciento de los eventos obstétricos –embarazos y abortos, por ejemplo– ocurren en mujeres menores de 19 años de edad.
El subdirector de Componentes Estratégicos de la Adolescencia del Censia, precisa que la Ssa actualmente lleva a cabo programas dedicados a esta población, en los cuales se atiende la salud integral con un enfoque de derechos humanos, de género, de diversidad sexual y construcción de la ciudadanía. Asimismo, en 2009 se han repartido 15 millones de ejemplares de la Cartilla Nacional de Salud del Adolescente y 300 mil “combos anticonceptivos”.
Además, hay un modelo denominado “Servicios Amigables de Salud Sexual y Reproductiva para Adolescentes”. Son más de 600 y la mayoría está dentro de una entidad de salud grande. Cuentan con un equipo multidisciplinario: psicólogo, médico y trabajador social; sin embargo, “es complicado colocar esto en todo el país; no existen las condiciones, es una cuestión de insuficiencia de recursos humanos, técnicos y financieros”, lamentó el funcionario.
No hay una política integral
Por su parte, José Aguilar Gil, coordinador de la Red Democracia y Sexualidad, señala a Letra S que, según la investigación del doctor Douglas Kirby en 80 modelos de educación sexual, los “más exitosos” son los que dan información científica y clara. En contraste, los esquemas que promueven la abstinencia hasta el matrimonio no funcionan.
Los programas de educación sexual que actualmente se llevan a cabo desde la SEP no consideran el tema del “placer” como fundamental, porque están enfocados a disminuir el factor de riesgo. Aún así, la derecha y los grupos conservadores se oponen a ellos. A la fecha, dichos programas no han sido evaluados por las instituciones gubernamentales, añade.
En cuanto a la Declaración de la primera Reunión de Ministros de Salud y Educación para detener el VIH e ITS en Latinoamérica y El Caribe, firmada en 2008 por la administración calderonista en el marco de la XVII Conferencia Internacional de Sida, Aguilar reconoce que desde el ámbito gubernamental se han realizado algunas “labores”, tales como que el secretariado del seguimiento de la Declaratoria la tiene México; capacitación de profesores y la inclusión del tema en los libros de enseñanza básica -a partir del cuarto de primaria-, conforme al programa vigente de la SEP.
Sin embargo, continúa, no se sabe si dichos textos estén en todas las escuelas de la República y se desconoce la manera en que la planta docente enseña los contenidos en el salón de clases; además de que los programas instrumentados no están integrados a una sola política pública coordinada por la SEP y la Ssa de forma conjunta. “Ha sido lento el camino, no se ha hecho mucho, no se han logrado unificar las acciones aisladas. No hay nada claro. Falta una ley para el trabajo con adolescentes. El Censia, que es el encargado, tampoco ha podido lograr hacer programas más inclusivos”.
Aguilar opina que a la clase política mexicana no le importan los derechos sexuales y reproductivos de las y los jóvenes. La carencia de propuestas en este rubro en las plataformas que contienden rumbo al 5 de julio, refleja “que más bien les interesa hacer pactos para ganar posiciones. Le dan poco peso porque no es popular en el ámbito electoral”.
Detrás de las leyes antiaborto aprobadas en 13 estados de la República están “la jerarquía católica, los empresarios, los grupos de ultraderecha, los poderes fácticos”, que negocian con la clase política gubernaturas o presidencias municipales. Finalmente, no les importan las muertes maternas o el Estado laico. En este sentido, “nos estamos viendo cortos”; no obstante, la sociedad civil organizada debe presionar, pedir rendición de cuentas y exigir el cumplimiento de los acuerdos de la Declaración de Ministros de 2008 y, evidentemente, las Metas del Milenio.