lunes, junio 30, 2008

Mato a su marido maltratador en defensa propia y ahora purga 10 años enla Carcel

Cecilio Sánchez decidió que Concepción Minor debía ser su mujer y se la “robó” cuando tenía 14 años.

Desde entonces padeció una vida de golpes, humillaciones, violencia sexual, celos y la sustracción de uno de sus hijos, el varón. Hoy, ella está en la cárcel purgando una sentencia de 10 años, por homicidio.

Conchita, como la llama su familia, narra desde el área de visitas del Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla la vida de agresiones que soportó junto con su hija, porque, según dice, eso le tocó vivir.

Lleva puesto el uniforme beige —el asignado a las internas que aún no reciben sentencia— y llora al recordar el día en que en medio de una agresión se defendió con lo primero que tuvo a la mano: un cuchillo.

Conchita es una más de las 10 millones de mujeres casadas en México que han padecido algún tipo de violencia familiar, según la Encuesta sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares de 2006.

Forma parte de las mil 480 reclusas que purgan una condena; muchas de ellas están ahí “por un hombre”.

La justicia

Para esta mujer de 26 años, estatura baja y rostro dulce marcado por algunas cicatrices, la justicia, en su caso, operó también en su contra: de nada le valieron las cuatro denuncias que levantó por agresiones, así como una por robo de infante.

Pero esa justicia, en cambio, fue muy eficaz al detenerla en el hospital adonde llevó a su marido después de responder al ataque, consignándola por homicidio calificado.

Antes de morir, Cecilio mintió: al llegar a la clínica, dijo que se había herido reparando una lavadora; cuando falleció, los policías detuvieron a Conchita bajo el argumento de que la herida mortal era de bala.

La mujer tenía varios golpes, una herida en la cara y los pies lastimados por pisotones de su marido; cometió el error de no contar lo que en realidad había pasado y pretender sostener la versión de él. Al final, con el acoso policiaco, cayó en contradicciones y terminó por confesar la verdad.

En la delegación le dijeron que no se preocupara porque ella sólo se había defendido.

No obstante, la Procuraduría General de Justicia del DF emitió un comunicado donde se muestra una fotografía de ella con el pelo desaliñado y en el que, se concluye, sin tener aún sentencia, lo siguiente:

“La relación disfuncional de un matrimonio derivó en el homicidio del jefe de la familia a manos de su esposa, quien tras una discusión le propinó certera puñalada en la arteria femoral y el marido murió desangrado”.

Así se inició su proceso, el cual, por su falta de recursos, fue llevado por una defensora de oficio, quien en ningún momento argumentó que Concepción había actuado en legítima defensa. Tampoco presentó como pruebas las actas que ya había levantado por las agresiones de Cecilio ni pidió que se hiciera válida la declaración de su hija, presente durante el hecho.

Tampoco solicitó que fueran considerados los peritajes psicológicos que realizó el Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar de la procuraduría a Conchita y a su hija, en los que se concluye que:

“Su lenguaje no verbal revela el miedo (por no decir “terror”) que evocan las escenas de las múltiples ocasiones en que fue violentada y que le generan aún. (…) Lo anterior hace altamente probable que la C. Concepción Minor Pluma, el día 18 de febrero del presente año, haya actuado bajo el miedo que le implicó ser agredida por el hoy occiso”.

En el dictamen se cita al autor Lenor E. Walker, quien describe que “las mujeres golpeadas que matan, casi todas ellas asesinan no por ira, celos u otras emociones, sino por terror; estas mujeres temen por su vida”.

Poco antes de ser recluida, el abogado Juventino Marcos Torres retomó el caso, pero sólo le dio tiempo de redactar las conclusiones y el juez ya no le permitió anexar más pruebas, puesto que el proceso se había cerrado.

Dicho abogado explicó que la defensa de Conchita fue muy deficiente de parte de la defensora de oficio y el criterio del juez “muy rigorista”. Al final, se obtuvo que ella no fuera sentenciada por homicidio calificado —que se castiga hasta con 40 años de cárcel— sino sólo por homicidio, por el cual le dieron 10 años.

Conchita, después de hora y media de entrevista, no para de llorar mientras expresa que nunca quiso asesinar a su marido y que hubiera preferido “mil veces” ser ella la occisa.

En un llanto inconsolable, con los ojos clavados en el lodazal del área de visitas de Santa Martha, y estrujando sus manos temblorosas, narra uno tras otro los ataques de Cecilio, que iban desde martillazos en la cabeza, hebillazos —por los cuales tiene una cicatriz bajo el pómulo—, pisotones, persecuciones, insultos y amenazas de las que fue objeto.

Originaria de un pequeño pueblo del estado de Tlaxcala, cuenta que por “vergüenza” jamás le dijo a sus padres que era víctima de violencia, porque no quería causarles dolor ni decepcionar a su familia, pero también porque temía que Cecilio les hiciera daño.

Todas las veces que intentó escapar, él la buscaba. Y como ella dice, con la voz entrecortada y la respiración acelerada, “nos iba peor”. El hecho de quitarle a su hijo también sirvió como chantaje para que regresara con él y para traerla con engaños al Distrito Federal.

Aquí no tiene a nadie y no sabía moverse por la ciudad porque no la dejaba ir a ninguna parte, incluso la ataba a la cama. Cecilio le dijo por años que ella era una tonta e indigna para criar a un varón y Conchita —quien apenas concluyó la primaria—, ahora en la cárcel, siente que ella no vale nada. Es más, todavía teme que él regrese y le haga daño a ella y a sus hijos.

Su hija, de ocho años, con quien este diario platicó, vive por el momento con su abuelo materno. Ella dice, con una crudeza y madurez que sorprende, que su “mami sólo se defendió”, que su papá “regaló” a su hermano y por eso peleaban.

El papá de Conchita, quien a pesar de las limitaciones económicas no para en el ir y venir de Tlaxcala al DF, asegura que Conchita siempre fue “muy noble” y cuenta que no han podido encontrar a su otro hijo, quien vive con la hermana de Cecilio, por lo que también hacen trámites legales para recuperarlo.

Conchita se libró de ser un dígito más en la cifra de feminicidios que, se dice, son la culminación de la violencia contra las mujeres, pero aún no se sabe si a través de la apelación o el juicio de amparo se salvará de purgar 10 años en prisión.

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