Actualidad: CASO Felícitas Martínez Sánchez y Teresa Bautista Medina
La Procuraduría General de la República (PGR) ejerció su facultad de atracción, a través de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos en contra de Periodistas (FEADP), para investigar el asesinato de las locutoras triquis Felícitas Martínez Sánchez y Teresa Bautista Medina, ejecutadas el 7 de abril en el poblado de San Juan Copala, Oaxaca.
En un comunicado, la dependencia se refirió al hecho sin mencionar que trabajaban en la radio comunitaria La voz que rompe el silencio. Tampoco se informa que se trató de un homicidio, únicamente destacó que indagará los hechos, “pese a no ser un caso del orden federal”.
En tanto, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) solicitó al gobierno de Oaxaca medidas cautelares en favor de los integrantes de la radio comunitaria La voz que rompe el silencio, para otras los deudos de las víctimas y para dos locutoras de la misma estación que acompañaban a las indígenas el día en que fueron asesinadas.
En un comunicado, la CNDH recordó que por la trascendencia de los hechos y en respuesta a la petición de organizaciones nacionales e internacionales defensoras de derechos humanos, atrajo el caso e inició su investigación al día siguiente de lo ocurrido, y continuará las actuaciones que sean necesarias hasta emitir una resolución.
Agregó que hasta la fecha cuenta con los testimonios de las personas lesionadas, del personal de la radio comunitaria –que emite en San Juan Copala, en la zona de Putla de Guerrero– y de familiares de las agraviadas, y solicitó información sobre los hechos a la Procuraduría General de Justicia del estado de Oaxaca y a la Comisión Estatal de Derechos Humanos de la entidad.
Las periodistas Teresa Bautista Merino y Felicitas Martínez Sánchez (primera y tercera), durante un acto público en su comunidad
Colega de las locutoras triquis asesinadas aspira a continuar su labor periodística
“Pienso que ellas tenían su futuro en la radio. Yo también”, asegura. Felícitas y Teresa fueron asesinadas el 7 de abril en una emboscada en la carretera, cuando regresaban de Putla hacia su pueblo, Copala. Yanira quiere retomar sus tareas en la pequeña cabina de la radio en cuanto tenga condiciones mínimas de seguridad para regresar a la comunidad.
Vibra con el tema del periodismo. “Los que hacíamos La voz que rompe el silencio éramos tres chavas y dos chavos, de entre 20 y 23 años. Nosotros nacimos con el problema en la zona triqui. Como jóvenes no estamos de acuerdo con la violencia y las venganzas. En nuestros programas lo decíamos: que haya reconciliación. Yo tengo la esperanza de que también nos escuchen los jóvenes del otro lado, del Movimiento Unificado de Lucha Triqui. Sólo así puede terminar este problema”.
El programa favorito de las muchachas asesinadas era el de los derechos de las mujeres. “Pienso que era muy importante. Estábamos muy orgullosas. Muchas señoras del pueblo nos comentaban que les gustaba, sobre todo porque ayudaba a sus hijas a entender que como mujeres tienen derechos”.
De entrada, la procuraduría de justicia de Oaxaca descartó como línea de investigación que el ataque contra las comunicadoras ocurriera por su papel de locutoras. Las considera simplemente “empleadas” de una radioemisora. El Ministerio Público local desacredita su pertenencia al gremio periodístico y sólo contempla dos vertientes en la averiguación previa: su pertenencia a una organización social, la Ubisort, y “la presencia de las féminas lejos de su comunidad de origen”.
Pese al empeño del gobierno de Ulises Ruiz por minimizar la función de las jóvenes en la radio, Felícitas y Teresa recibieron ayer, post mortem, el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de orientación a la comunidad.
Testigo silencioso de la premiación fue la abuela de Felícitas y de Yanira, Gregoria Agustina. Sólo tuvo dos dudas cuando tomó la determinación más arriesgada de su vida: salir por primera vez de su sierra y viajar hasta la capital. ¿Quién iba a cuidar a sus nietos más pequeños, y quién iba a cuidar de la olla con frijoles y nopalitos que puso sobre el fogón? A los nietos se los trajo a México. Apagó el fogón. Y vino al Distrito Federal. De premios y periodismo Gregoria Agustina, de 76 años, no entiende nada, pero sí de lo que su corazón le exige: clamar porque se haga justicia. “¿Usted qué puede hacer para que haya justicia?”, pregunta a sus entrevistadores, una y otra vez.
Los padres de las jóvenes asesinadas no vinieron. El papá de Felícitas, Tiburcio Martínez, y la mamá de Teresa, Paulina Merino, han evitado dar la cara. Primero denunciaron que habían recibido amenazas. Poco después el gobernador Ulises Ruiz los llevó a Oaxaca, se tomó la foto con ellos y les dio apoyos económicos.
Pero los arreglos de los padres no alcanzaron a la abuela Gregoria, quien desde la muerte de su hija, la madre de Felícitas, se había hecho cargo de los nietos. Sin hablar una palabra de español, fue ella quien aceptó dar su testimonio a los periodistas locales en Copala. Y ahora jaló a la capital con Laura, de 14 años, Aniceto de 12 y el pequeño Hernán, de 8, para insistir, desde aquí, en su única palabra: justicia. Y en representación de Teresa, en ausencia de su madre, vino su prima Gregoria.
Jorge Albino y Macario García, autoridades del ayuntamiento autónomo, las acompañan: “Si no fuera porque pertenecían a la radio, hubieran sido dos muertas más del montón, dos más a las que se les da carpetazo sin hacerles justicia jamás”, señala Jorge Albino, coordinador del proyecto radiofónico.
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