viernes, marzo 14, 2008


Sus hijos y ellas sufrieron maltratato por sus parejas y acudieron en vano a las autoridades, así que hicieron justicia por su propia mano. Hoy están en prisión

CAROLINA ROCHA MENOCAL / PERSPECTIVA 13
El Universal

Viernes 14 de marzo de 2008

Cuando estaba embarazada de ocho meses me golpeó, perdí a mi hijo y aún así seguí con él. Al poco tiempo me balaceó, y entonces, a los cinco días, el murió”.

Fría, inexpresiva y como si hablara de un suceso de todos los días, Ana Belén, una mujer de tan sólo 27 años de edad y única responsable de que “él muriera”, relata los motivos que la llevaron al dormitorio G del penal femenil de Santa Martha Acatitla, en el Distrito Federal.

Sin demasiados preámbulos y siempre en tercera persona explica cómo le dio un tiro a su “marido”.“Fue el miedo de sentir que iba a dejar solos a mis hijos, el pensar ¿qué iba a ser de ellos?, y él murió. La pistola era de él. Yo la tenía, le disparé en la cabeza y el balazo le salió en el pómulo derecho.” Su voz nunca se quiebra.

Describe cómo al verlo en cuclillas delante de ella, sólo días después de que el la balaceara y de que su hija resultara lastimada, se le “hizo fácil jalar la pistola de su pantalón y disparar”.Ni lo pensó. Debajo de su cabellera negra, larga y pulida, se ve una cicatriz que le parte la mejilla derecha en dos.

Y su diminuta falda devela, el cuchillazo de 15 centímetros en la pierna que su ex-marido le legó tras 10 años de relación. Reconoce que aunque se trató del padre de sus hijos —“2 vivos y 1 muerto”, aclara— ahora vive más tranquila.

Una de tantas historias

Su historia no es única en el penal. Por el contrario. En los dormitorios de las cárceles femeniles, se apilan los relatos de mujeres que pasaron de víctimas a victimarias. Al menos una de cada 10 internas de la ciudad está ahí por matar al padre o al marido. “Homicidio por razón de parentesco y homicidio con lo que podría llamarse violencia intrafamiliar. Esas son las dos grandes categorías por las que compurgan sentencias las poco más de 300 homicidas del penal de Santa Martha Acatitla”, indica su directora Luz Margarita Malo.

Explica que el homicidio es el segundo delito en importancia del fuero común y asegura que es “usual” que lleguen a ese centro mujeres que han matado a su pareja motivadas, la mayoría de las veces, por casos de violencia ejercida en su contra”.

Lupe, otra interna sentenciada por matar a su pareja, y quien prefiere omitir su nombre real “para no lastimar a su hija”, entra en esa categoría. Pero aclara que a ella nunca le dolieron los golpes. “Por lo mismo de que yo me drogaba no me importaba, pero fue entonces cuando mi pareja se quiso meter con mis hijos y eso no me gustó”.

No planeó tampoco su muerte, pero sucedió. “Mi hija me dijo cuando él la tocó —le tocó sus pechos y le enseñaba su cosa— entonces me saqué de onda” narra moviendo su cuerpo de tan sólo un metro 40 centímetros. “Le reclamé y me empezó a golpear. Se descuida y agarro el molcajete. Le pego y se cae”.

“En el suelo le empiezo a dar”, y recuerda: “pues tantas cosas que me había dicho mi hija, tantas cosas que él me hacía, que cuando reacciono estoy sentada en el sillón, él tirado y yo con mi ropa manchada de sangre”. En su caso no hubo atenuantes. Se le dictaron 20 años de prisión. Igual que Belén, quien incluso denunció en cinco ocasiones las agresiones de su marido y estuvo hospitalizada por estrangulación.

Pero el ahora difunto marido, nunca pisó la cárcel. Como miles de mujeres del país, Belén se enfrentó a autoridades y ministerios sordos. “Nada más tomaron mi declaración y ahí quedó porque nunca llegó un citatorio y luego yo regresé con él”, señala. Pero, así lo reconoció también la Directora General de Estadística del INEGI, Marcela Ete:

“La violencia en este país llega al ministerio público cuando ya es inevitable. Los trámites son complicados, tardados y los índices de arrepentimiento terribles”. No sólo eso. México carece de un registro confiable del número de denuncias levantadas por mujeres víctimas de violencia, no se tiene un conteo puntual de los ingresos hospitalarios por ese motivo y tampoco se conoce a exactitud el número de feminicidios cometidos al año.

Lo que se sabe, de acuerdo con la funcionaria de INEGI, es que América Latina es la región más peligrosa para la mujer, sólo después de África, que carece de datos de género. Pareciera, pues, que se mata o las matan. “Al generar impunidad justamente lo que me estas reproduciendo, es que la justicia se busque por otros medios” comenta Malo.

El problema, también estructural

La abogada penalista, Patricia Olamendi, refiere que en nuestro país la mitad de las legislaciones, siguen otorgándole a los hombres, penalidades ridículas que no lo los llevan a la cárcel aún cuando matan a sus esposas o a sus concubinas”.

Por ello prevalece el escepticismo, entre las organizaciones que estudian la violencia de género, frente a la nueva ley en contra de la violencia contra las mujeres que entró en vigor el pasado 8 de marzo.

“México sí tiene leyes, nada más no se aplican” “habrá que esperar a ver como funciona la nueva legislación”, indica Susan Franklin directora de un albergue para mujeres que enfrentan violenica. y advierte que en la espera, ¿cuántos golpes y muertes más se sucederán?

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